El arte para visualizar la prostitución

Hay quien piensa que el cometido de cualquier obra artística es solo el de emocionar o transmitir algo. Un sentimiento, un mensaje, que debe ser el del autor de la propia obra, al fin y al cabo, porque es quien la crea. Pero ese mensaje no tiene que ser ni inspirador ni político. No tiene que intentar cambiar el mundo. Simplemente puede ser un pequeño guiño a una situación, o la exposición de algo que llevamos dentro. Para muchos, el arte puede quedarse solo ahí, en el disfrute y el gozo de escuchar una canción o disfrutar de una pintura. Pero para otros muchos, el arte es un arma para cambiar el sistema, es una forma muy potente para comunicar aquello que los grandes medios callan. El arte libera y supone el camino hacia lo que de verdad importa, hacia lo que no se ve de forma tan sencilla.
Cuando se habla de arte social, muchos entienden esto como una redundancia, ya que para ellos todo el arte tiene un cometido social, mayor o menor. Sin embargo, no es lo mismo ir a ver una película de superhéroes al cine, que disfrutar de una obra de teatro donde se muestre de forma clara la situación de pobreza de una familia. El artista decide dónde poner el punto de interés, cómo focalizar la importancia de la obra, según lo que vaya buscando del público. Y como en todo el arte, lo que se busca es una respuesta ante una situación en la que normalmente miramos para otro lado. Por eso el arte no debe ser conformista, no debe quedarse en lo de siempre, en mostrar algo que ya conocemos de sobra. Tiene que servir para visibilizar aquello que está oculto, aquello que se ignora, porque la sociedad a veces es así de hipócrita. El arte debe servir, por ejemplo, para mostrar la realidad de la prostitución y conseguir no solo visibilidad para las trabajadoras sexuales, sino también cercanía para acabar con los prejuicios sociales que rodean este negocio.